En este artículo quiero repasar un poco los grandes cambios
que estamos experimentando como sociedad y que nos llevarán, indefectiblemente,
a una nueva forma de relacionarnos y a asumir nuevos roles o a asumirlos en
momentos diferentes a los que estamos acostumbrados hasta ahora.
Quisiera poner por delante de todos los cambios, la mayor
longevidad a la que nos enfrentamos. Hablamos de “la vida de 100 años” y hacia
allí nos dirigimos, sin prisa, pero sin pausa. Como ya hemos visto, tan
importante como la cantidad de años que vivamos, es la calidad de vida y el estado
de salud que logremos. Previsiblemente, gracias a los avances de la medicina,
la ciencia y la tecnología, podremos disfrutar plenamente de estos “30 años de
gracia”. Se agrega una cuarta generación en la convivencia tradicional de
hijos, padres y abuelos. ¡Tenemos que contar ahora con los bisabuelos!
Otro gran cambio es el fin de la vida de tres etapas, como
también hemos visto. Vivir más años no implica ser viejo por más tiempo, sino
tener la posibilidad de alternar estudio, trabajo y períodos de descanso o
desconexión de forma no secuencial; muy diferente a como estamos acostumbrados
hasta ahora.
No menos importante es la feminización de la vejez y por
esto quiero hacer foco especial en los grandes cambios que fueron
experimentando las mujeres a lo largo de estos últimos años y que marcarán una
gran diferencia de cara al futuro cercano. Las mujeres han entrado en el
mercado laboral, se han formado, han podido desarrollar en mayor o menor medida
su carrera profesional, poco a poco se va cerrando la brecha salarial (aunque
aún queda mucho por andar), ha tomado las riendas a la hora de elegir el
momento de ser madre y vemos que las “baby boomers” de hoy son mujeres activas
y empoderadas, modernas y con una vida personal y social que nuestras abuelas,
lamentablemente, no pudieron tener. Ya no serán las “abuelitas” que viven de
puertas adentro cuidando nietos y cocinando... Nada más lejos de la realidad.
Entrando en aspectos demográficos cuantificables, sabemos
que en España el número de matrimonios está descendiendo (1). En los últimos 10
años han bajado un 17%. Las parejas de hecho son muchas menos y su tímido
crecimiento no llega a compensar la caída de las bodas. (2). (Hablo de
matrimonios heterosexuales y de matrimonios entre personas del mismo sexo sin
distinción.)
Además de casarnos menos, nos casamos más tarde. La edad
media en los hombres es a los 38.1 años y las mujeres a los 35.3. (3) Una media
de 4 años más tarde en los últimos 10 años.
De manera casi natural, la edad para tener el primer hijo se
retrasa y el número de hijos por pareja también baja (4). Aquí quisiera
puntualizar que, a pesar de la mayor longevidad, y los avances médicos, el
período de fertilidad de las mujeres sigue, y presumiblemente seguirá, siendo
el mismo. Si bien es cierto que hay tratamientos de fertilidad para edades
avanzadas, la tasa de eficacia ronda el 30% (5).
Como consecuencia de esto (y de la crisis económica), el
número de divorcios y separaciones también se reduce levemente desde el año
2009 (6) y la edad media aumenta en la que las parejas deciden separarse está
ya por encima de los 45 años (7). La duración media de los matrimonios es de
unos 16.6 años (8)
Si hay menos matrimonios, más tardíos y se retrasa la edad
de la maternidad, de manera natural, los nacimientos están cayendo. Hemos visto
hace poco que España ha tenido el menor número de nacimientos registrados desde
1941. (4)
Para ir terminando de darle forma a esta nueva forma de
vivir hacia la que nos dirigimos, debemos tener en cuenta que tendremos que
trabajar más años, por encima de los 70 o 75 en el futuro. En este punto,
quisiera detenerme solo un minuto para hacer una reflexión en la que
profundizaré en algún artículo futuro y es sobre el tema del edadismo en las
empresas. Si nos casamos más tarde, somos padres más tarde, tenemos que
trabajar más años… ¿Cómo es posible que para muchas empresas la gente tenga
caducidad programada a los 50 años? ¿Hay algo que no cuadra verdad? Aquí lo
dejo, de momento, pero este tema es muy serio.
Trabajar durante más años implica tener que actualizar
nuestras capacidades y conocimientos de forma permanente, con lo cual,
tendremos que volver a las aulas a lo largo de nuestra vida en repetidas
oportunidades.
Los cambios hasta aquí enumerados han dado nacimiento a un
fenómeno que se llama en Estados Unidos “generación sándwich” (9) que hace
alusión a personas de unos 40 años, que tienen que cuidar de hijos muy pequeños
y de padres muy mayores, con la carga emocional y económica que esto requiere.
Vistos los grandes cambios producidos en nuestra sociedad,
vemos que, indefectiblemente, necesitamos redefinir la forma en la que nos
relacionamos y necesitamos ser mucho más flexibles en cuanto a los roles que
vamos a ir asumiendo a lo largo de nuestra vida.
Con la mayor longevidad, el concepto AMISTAD cobra otro
sentido, así como la PAREJA, la FAMILIA, el BARRIO, las ASOCIACIONES, etc.
Hace tiempo leí un libro autobiográfico de Isabel Allende
donde ella rescataba una y otra vez el concepto “tribu” y siempre me quedé
pensando en esa forma de vida que ya hemos abandonado hace mucho tiempo en
occidente. Es tal vez el momento de reinventar el concepto y formar nuevos
tipos de “tribus” en las que nos podemos apoyar.
No podemos asumir la nueva forma de vida de manera
solitaria, individual o independiente. Tenemos que aprender a desarrollar redes
de relaciones sólidas, basadas en la confianza y la negociación permanente; tenemos
que aprender a ser mucho más flexibles a la hora de asumir roles
complementarios dentro de la pareja, la familia y la sociedad.
De esta forma disfrutaremos mucho más de la longevidad y
lograremos tener una vida plena.
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